El presente artículo propone reflexionar someramente en torno al rol de la familia en los procesos de inclusión laboral de las personas en situación de discapacidad. Para ello, es necesario, en primer lugar, preguntarse qué esperamos de ellas y qué les exigimos cuando se efectiviza una contratación.
Fundación Bensadoun Laurent
La familia o las familias (en plural) se conforman en una institución central de los procesos de socialización de los sujetos. Es un lugar donde se establecen pautas de convivencia y formas de ser y estar en sociedad. A la interna de cada familia se instituye explícita o implícitamente la distribución de roles y funciones.
En relación a la discapacidad, es importante destacar cómo históricamente se ha considerado a las personas con alguna deficiencia como objetos pasivos de asistencia. Desde la Fundación Bensadoun Laurent, se propone, por el contrario, visualizarlos como sujetos de derechos, como potenciales trabajadores, sujetos productivos, proveedores de ingresos. Esta mirada rompe con la clásica vinculación de las personas en situación de discapacidad como sujetos que exclusivamente requieren cuidados.
La discapacidad no necesariamente representa un acontecimiento “negativo”. Sin embargo, en general, altera, las diversas dinámicas familiares establecidas, implicando cierta reorganización en torno a su cotidianeidad.
Cada persona posee una historia personal y familiar que la determina, de modo que cada trayectoria vital puede estar marcada por situaciones de infantilización, sobreprotección, miedos e incertidumbres. Cuando una persona en situación de discapacidad comienza a trabajar, la familia se constituye en una figura esencial para la motivación, la contención y para el fortalecimiento de la autonomía. Es importante tener siempre presente que el actor fundamental de todo el proceso es la persona. Es a ella a quien se debe consultar sobre cómo se siente, la necesidad de implementar adaptaciones, etc.
En este sentido, hay que considerar su calidad de adultos, y ese es el rol que se debe potenciar. Lo esencial es consultar a las personas, hacerlas parte real del proceso, proporcionarles el lugar de sujetos; personas que pueden y deben decidir sobre sus vidas, sus intereses y prioridades.
En caso de una eventual contratación, la empresa debe conocer quién es su contacto durante el proceso de inclusión. Correspondería que sea el/la operador/a laboral de referencia (si existe), y no la familia. Este es un límite que debe estar claro. Es el/la operador/a laboral quien, ante determinada situación, posee las herramientas necesarias para intervenir.
La disponibilidad de la empresa y la familia son un factor imprescindible. La inclusión es posible, con el compromiso y esfuerzo de todo/as en tanto actores necesarios del proceso. Pero cada uno/a con funciones específicas que refuercen el tan constreñido lugar de adulto autónomo que han tenido en el devenir de la historia el colectivo de personas en situación de discapacidad.
Desde la Fundación se ofrece asesoría técnica profesional en relación a la contratación de personas en situación de discapacidad.